jueves, 22 de julio de 2010

El Castigo

Marqué su número y al segundo tono descolgó.Con voz temblorosa dijo: “a sus órdenes mi Señora”. Tan sólo pronuncié cinco palabras:”te quiero en casa ¡ya!” y colgué.

Sentada en el coche esperaba su llegada. No habían transcurrido ni veinte minutos cuando le vi abrir la puerta de la casa.Sin perder un minuto me acerqué y llamé. Al instante la puerta se abrió. Allí estaba vestido, cabizbajo y sin poder disimular su nerviosismo.

Le miré de arriba abajo y sin mediar palabra le solté una bofetada que retumbó en la salita de entrada.
-¿Esta es la forma de recibir a tu señora? ¡Contesta!
- No, mi señora. ¿Me da permiso para moverme?
-Sí y ya sabes lo que tienes que hacer.
Salió corriendo escaleras arriba y a los pocos minutos volvió totalmente desnudo y con su collar en la mano para que yo se lo pusiera.
-Has sido malo, muy malo y sabes que cuando eso ocurre te he de castigar, seguro que después de tu castigo nunca más se te ocurre ser infiel a tu ama.
- Sí, mi señora.
Dicho esto até la correa a su collar e hice que me siguiera.Bajé las escaleras del sótano y al llegar abajo encendí la luz. Cuando vio todo lo que allí había sus ojos se abrieron desmesuradamente. Di un tirón a la correa y le obligué a tumbarse. Con un movimiento rápido le até las manos hacia arriba, puse unas correas en sus tobillos, tirando de ellas, sus piernas se elevaron y le até los pies casi a la altura de las manos quedando de esta forma totalmente expuesto.
-No mi señora, eso no- imploraba- nunca más seré infiel, soy solo tuyo.
Pero de nada le iban a servir sus lamentos, hoy quedaría claro quién tenía el poder, quien era su ama y señora….

Al final, seguro que iba a disfrutar con su castigo, siempre disfrutaba, al fin y al cabo su ama nunca le hacía daño, no era tan pérfida ¿o sí?

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