jueves, 22 de julio de 2010

El Bar

Enfundada en su traje de cuero, caminaba contoneando sus caderas. El la seguía unos pasos por detrás.
Llegó a la barra y se acomodó en un taburete; al instante el cayó postrado a sus pies, bajando la cabeza.
Ella pidió que le trajeran un cuenco con agua e indicó que lo dejaran en el suelo, a sus pies; hecho esto tomó su copa y dio un sorbo a su cóctel. Con la mano que tenía libre acariciaba la cabeza del hombre que seguía de rodillas a sus pies.
- “ Ya puedes beber pero, cuidado, no vayas a derramar agua en el suelo”
- “Gracias mi Ama” musitó el hombre y dicho esto se puso a beber del cuenco como lo hacen los perros.
- “Ya has acabado?” le preguntó
- “ Si mi Ama”
- “Ahora vernos si lo has hecho con cuidado tal como te dije”. Seguidamente, se inclinó y miró hacia el suelo.
- “Pero… ¿esto qué es? “-exclamó
- “Has vertido agua en el suelo, uhm…veo que eres un perro muy pero que muy poco cuidadoso”
Él bajó la mirada y su cuerpo se diría que empequeñeció. Sabía que su negligencia le iba a valer un castigo por parte de su Ama.
Efectivamente, a los pocos minutos le indicó que la siguiera y sin pensarlo tan siquiera un instante fue tras ella.
Al final del local un gran tapiz cubría una de las paredes. Al llegar frente a ella se detuvo y con suavidad apartó un extremo, cruzó el umbral y bajó unas escaleras. Él la seguía temeroso.
Llegaron a una gran sala. Al mirar la estancia por el rabillo del ojo sus temores quedaron confirmados; ante él se extendía como si de un gran bazar se tratara toda suerte de látigos, máscaras de cuero, pinzas, cadenas…mil y un artilugios para aplicar cualquier castigo que se pudiera imaginar. Potros, cepos hasta incluso una cruz de San Andrés. Ante tal visión notó como si le faltara el aire.
-Se puede saber a qué esperas? le espetó su Sueña.
-“Enseguida My Lady” y dicho esto se despojó de toda su ropa y corrió de nuevo a arrodillarse a los pies de la Dama.
-“Perdón mi Señora” –imploraba
-“Sabes que no puedo dejarte sin castigo, has de aprender y soy Yo quien te debe enseñar”.
Dicho esto, lo arrastró tirando de su collar hasta el cepo que tenía a su izquierda y allí lo inmovilizó. Ahora sólo podía oír su taconeo, moviéndose de aquí para allá.
Fiuuuuu!! Oyó el chasquido de un látigo y su piel se erizó
Tap, tap, tap…nuevamente el taconeo.
- “Por favor mi Señora , este perro no volverá a cometer esta falta…por favor…perdóneme”- suplicaba.
La respuesta no tardó en llegar…¡¡ zas!! Su nalga notó como si algo le hubiera dado un mordisco…¡¡zas!! Nuevamente sintió el escozor en su piel.
-“¡cuenta!”
-“Si mi ama, dos…¡¡zas!! Gracias Ama…tres…¡¡zas!! Gracias Ama…cuatro…¡¡zas!! Gracias mi Ama… y así siguió contando hasta diez.
El culo le escocía, imaginaba que lo debía tener al rojo vivo pero había logrado que ni un quejido saliera de su boca.
La mano enguantada de su Ama le acarició la piel y el frio tacto del cuero le alivió momentáneamente. Seguidamente ella lo liberó del cepo y pausadamente se acomodó en una gran butaca.
Levantó un poco la mirada y su cuerpo se estremeció de placer. Allí sentada, su Ama parecía una diosa, era su Diosa.
-“Acércate y arrodíllate frente a mi”. Así lo hizo.
-“¡Mas cerca!” Y él avanzó un poco más.
-“¡Más cerca, pero sin tocarme!” Nuevamente avanzó hasta quedar casi tocando sus rodillas.
_”Ahora, alza los ojos y mírame!” le ordenó. Así lo hizo y fue entonces cuando ella separó ligeramente sus piernas y empezó a acariciar su sexo muy lentamente.
-“¿Te gusta lo que ves?” le preguntó sonriendo
-“Si mi Ama” contestó y ella, se siguió acariciando.
Él la miraba excitadísimo, oía sus suspiros, sus gemidos de placer; al tiempo notaba como su miembro sufría una gran transformación, como su corazón se aceleraba..ufff…ojalá algún día le permitiera poseerla pero…sabía que eso era un sueño, algo inalcanzable, él sólo era su perro, su esclavo.
-“Mmmmmm…” un gran gemido inundó la sala. Los ojos de su Ama se posaron en los suyos y notó como el pie de ella jugueteaba con su miembro erecto.
-“¡¡Acércate más!!” le ordenó - “y ahora, limpia a tu Ama como ya sabes”
Al instante, su lengua recorría delicadamente el sexo de su Dueña deleitándose en tal dulce cometido. Al fin y al cabo, el premio bien merecía el castigo.

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